Tener adolescentes en casa es un aprendizaje diario, pero no solo aprendizaje, sino también un peregrinar constante de subes y bajas de tolerancia, tratar de hablar y que no te hablen o que quieran conversar justo en momentos que no estabas preparado, es adquirir conocimiento de palabras que no entiendes o de saber que lo que te parece gracioso a ellos no.
Tengo dos hijos adolescentes en casa y un preadolescente que probablemente se cree mayor para ciertas cosas. Algunas de las ideas que me parecen lógicas a ellos no, no puedo andar suponiendo nada sin confirmarles. A veces me dan ganas de tener el super poder de meterme en su mente y encontrar exactamente lo que quiera saber pero me da miedo encontrar un caos incomprensible con ideas en cada rincón del cerebro, emociones juntas “parkeando” en la mitad de los lóbulos cerebrales y pensamientos a medio terminar como si fueran ropa sobre las sillas y ver alguna ocurrencia brillante escondida bajo un montón de medias, zapatos o toalla usada que se quiere escapar del cerebro pero una idea de desconfianza la tiene atrapada sin poder salir.
Debo lograr comprender que en la adolescencia hay necesidad de independencia, están buscando su identidad y quieren tomar decisiones por sí mismo, que para nosotros muchas veces no es la correcta, pero si no los dejamos, ¿cómo aprenden? Qué pasa si es una muy mala decisión y tiene consecuencias mayores entonces nos preguntamos ¿por qué no estuve al tanto?
¿Cómo se llega al punto exacto de ayudar sin entrometerse y dejarlos ser independientes? Duro, durísimo, no sé si tenga la respuesta a eso y cada situación siempre será distinta y probablemente irrepetible.
Los adolescentes se sienten criticados y piensan que sus problemas se minimizan por lo que entonces guardan silencio o no hablan con nosotros porque asumen que no los entendemos. Si bien es cierto que algunos temas pueden ser incómodos para ellos o para nosotros mismos, debemos tratar de saber por dónde entrar a su canal de comunicación. Ellos prefieren hablar con sus amigos, con sus pares porque los sienten más cercanos y en su misma sintonía. Nos ven como que nuestra sintonía es del siglo pasado y que no podemos entenderlos.
Ni hablar de las redes sociales, más que problemático. Hasta uno piensa en dar un “like” a una foto, no vaya a ser que te borren de sus seguidores o te bloqueen.
Yo trato de mantener ese canal abierto, pero es como si algo o una gran roca necia ruede a la entrada del canal y lo tape, tengo que hacer malabares e ingenios en moverla, a veces funciona, a veces no. Me ha resultado en ocasiones hablar con el corazón, sobre cómo me siento al respecto, que, aunque no los entienda los respeto.
Me ha servido compartir un momento juntos, en familia, no permitir los celulares y hablar de lo que sea, aunque sean 5 minutos. He preguntado si saben el color favorito y la comida preferida de sus hermanos, he interrogado hasta si saben cómo nos conocimos su padre y yo o sus abuelos, si saben la profesión de ellos. Que cómo se ven en 10 años, lo que se me ocurra.
La mente del adolescente es un mundo singular de cambio diario, curiosa, inquieta, que quiere soledad por momentos y en otros no. Comprenderla requiere de mucha, infinita paciencia, de empatía y la disponibilidad de aprender juntos, ellos necesitan saber que estamos ahí para ellos.
Si te llaman para preguntarte “una tontería”, recuerda que si te están preguntando para ellos no es tontería, si estás para ellos en los momentos fáciles y les das las herramientas para resolver, te buscarán para los momentos difíciles.
¡Suerte!
Gery